
Frank Schembari ama los libros impresos. Le encanta cómo huelen. Le encanta hacer garabatos en los márgenes, subrayar frases interesantes y doblar la esquina de alguna página para releerla después.
No es un jubilado que toma té en alguna librería famosa; es un joven de 20 años que estudia en American University y que lee entre clases la historia de Israel, logrando ser la evidencia de la gran ironía de la era de internet: los nativos digitales prefieren leer en papel. «Me encanta la sensación de leer así», dice Schembari, quien lee bajo la luz natural en un atrio de la escuela con su celular al lado. «Me gusta sostenerlo, además que no se mueve ni suena».
Los editores de libros de texto, dueños de librerías y encuestas a estudiantes dicen que la generación de los Millennials todavía prefiere claramente leer en papel con fines didácticos o por placer, idea que sorprende a algunos expertos dada la propensión de un mismo grupo a consumir la mayor parte de otros contenidos en formato digital.
Un estudio piloto de la Universidad de Washington sobre libros de texto digitales encontró que una cuarta parte de los estudiantes que recibió e-books de forma gratuita compró sus versiones impresas. «Son personas que no tienen recuerdos de cómo huelen los libros», explica Naomi S. Baron, lingüista de la universidad estadounidense que estudia la comunicación digital. «Es bastante sorprendente».
A principios de febrero, Baron publicó «Palabras en pantalla: el destino de la lectura en un mundo digital», un libro (de tapa dura y en digital) que examina las preferencias de los estudiantes universitarios por el papel y explica la ciencia del por qué la versión que proviene de árboles muertos es a menudo superior a la versión digital. Los lectores tienden a leer por encima en las pantallas y se distraen más, lo que afecta su comprensión.
Durante las encuestas, Baron les preguntó a los estudiantes qué era lo que menos les gustaba de leer en una versión impresa. Su respuesta favorita: «Me lleva más tiempo porque leo con más atención». La preferencia por el papel ante la tecnología digital se refleja en las librerías independientes, como Curious Iguana, en el centro de Frederick, Maryland, donde la propietaria Marlene England explica que los jóvenes de la generación Millennial dice que prefieren libros impresos porque «es más fácil seguir las historias».
Estudios muestran que la mayor tasa de lectores de papel se encuentra entre 18 a 29 años, y el mismo grupo de edad sigue utilizando enormemente las bibliotecas públicas. Se puede observar en el esfuerzo de los editores de libros de texto de universidad por trasladar sus negocios a versiones digitales más rentables.
Don Kilburn, presidente de América del Norte de Pearson, la editorial más grande en el mundo y referente en la educación, asegura que la migración a lo digital «no se ve como una revolución en este momento; parece una evolución y en el mejor de los casos, algo irregular».
El panorama más evidente es en los campus universitarios, donde los estudiantes todavía cargan mochilas llenas de libros, aunque aumente la tendencia por tomar notas (o revisar Facebook) en sus computadoras portátiles durante clases. En American University, Cooper Nordquist, estudiante de Ciencias Políticas, incluso está dispuesto a cargar el libro de 900 páginas del clásico «La democracia en América».
«No me puedo imaginar leer a Tocqueville o entenderlo en versión digital», dice entre clases, mientras revisa su e-mail. «Eso sería terrible». Sin haber leído el libro de Baron, las razones de su preferencia por el papel coinciden con los hallazgos de la lingüista.
Para Nordquist, lo más importante es «construir un mapa físico en la mente para entender el lugar de las cosas». Los investigadores dicen que los lectores recuerdan la ubicación de la información simplemente por página y el diseño de texto – que, por ejemplo, la pieza clave del diálogo fue en esa página del libro que tenía un párrafo muy largo y una mancha en la esquina. Los investigadores creen que este factor juega un papel clave en la comprensión.
Pero eso es más difícil en las pantallas, sobre todo porque el tiempo que dedicamos a la lectura en línea es para escanear y leer por encima, con poco espacio (o tiempo) para marcadores mentales. Baron cita estudios que muestran que los lectores invierten un poco más de un minuto en las páginas Web y sólo el 16% de las personas lee palabra por palabra. Ese comportamiento puede afectar en los patrones de lectura cuando se trata de leer textos más largos en pantalla. «No puedo digerir tanto», le dijo un estudiante a Baron. Otro mencionó: «Es más difícil mantener la atención en línea».
Otro problema importante especialmente para los estudiantes universitarios es la distracción. La vida de los Millennials se experimenta cada vez más a través de las pantallas. En sus estudios, Baron escribe que encontró resultados asombrosos al preguntarles a los estudiantes si tenían más probabilidades de realizar múltiples tareas en forma impresa (1%) frente a la lectura en pantalla (90%).
Mientras hablaba con estudiantes de segundo año sobre el comportamiento digital, Baron trajo a colación el problema de prestar atención al estudiar frente a una pantalla. «Me distraigo mucho», confesó un estudiante. «Termino de leer un párrafo, me voy a Tumblr y luego tres horas más tarde, aún no termino de leer lo que tenía pendiente».
Hay razones peculiares, posiblemente relacionadas con la pereza, de que muchos estudiantes universitarios prefieren los libros impresos; de hecho, les gusta rentar libros de texto que ya están resaltados y tienen notas en los márgenes. Wallis Neff, estudiante de segundo año de Periodismo, dijo que estaba encantado de tener un libro de texto de psicología del año pasado. «Tenía un montón de notas y cosas, comparando varias ideas», dijo. «Fue muy útil».
¿Cuándo fue que los estudiantes dijeron que preferían digital?
Para las clases de ciencias y matemáticas, los libros de texto digitales a menudo brindan acceso a portales en línea que ayudan a resolver problemas de estudio y dan seguimiento al aprendizaje. Los editores de libros de texto están promoviendo este «ambiente digital de aprendizaje» para hacer la educación en pantalla más atractiva. Los estudiantes prefieren libros digitales cuando necesitan localizar información rápidamente (no hay control F en un libro impreso) y por costo (en especial, cuando son gratis).
La Agrupación para el Estudio de la Industria del Libro recientemente encontró que aproximadamente una cuarta parte de 1,600 estudiantes sondeados ha descargado o conocía a alguien que ha descargado libros de texto pirata.
Resulta que los estudiantes no son tan nobles en sus hábitos de lectura cuando necesitan dinero para la cerveza y se convierten en ladrones de conocimiento. Pero robar textos probablemente es más una reflexión sobre los crecientes costos de la educación superior – y el precio de los libros de texto, un 82% desde 2002 hasta 2012- que algún deseo secreto de los estudiantes a leer en digital. Si el precio no fuera un factor, la investigación de Baron muestra que los estudiantes prefieren claramente leer en papel y otros estudios muestran resultados similares.
El problema, describe Baron, es que ha habido un «reinicio pedagógico», donde las universidades y los editores de libros de texto están presionando cada vez más a sus estudiantes a la tecnología digital para ayudar a sufragar costos «sin pensar mucho en las consecuencias educativas». «Tenemos que pensar más detenidamente sobre el aumento del rechazo de los estudiantes a la lectura extensa», escribe Baron.
Y esa idea no debe limitarse a la generación de los Millennial. En Estados Unidos, los sistemas escolares están comprando millones de tablets y computadoras portátiles para uso en el aula, con la promesa de actualizar los libros de texto más fácilmente, menores costes, menos tensión en la espalda por pesadas mochilas y más interactividad. Pero las desventajas potenciales no están siendo consideradas, dijo. «¿Qué está pasando en la educación estadounidense hoy? Eso es lo que me preocupa. ¿Qué está pasando en la mente americana?».
Cuando Baron comenzó a investigar su libro sobre la lectura, algunos de sus colegas respondieron con compasión. «¿Es que no he entendido que la tecnología avanza?», escribe. «¿Que los coches sustituyeron a los caballos?, ¿que la impresión reemplazó a los manuscritos?, ¿que las computadoras reemplazaron a las máquinas de escribir y las pantallas digitales a los libros?, ¿qué no había leído las estadísticas sobre el número de lectores digitales y tabletas que se vendían?, ¿no veía a todas esas personas que leen libros electrónicos en sus dispositivos móviles?, ¿era simplemente incapaz de adaptarme?».
Pero después de enterarse de lo que la generación de los Millennial verdaderamente piensa del papel, Baron concluye: «Con este estudio, me siento reivindicada».
Traducido por Toorange.
Artículo original publicado por Michael S. Rosenwald en Washington Post en http://wapo.st/1BcFIZo